“El jardín de Sonoko” - David Crespo

Hoy os traigo la reseña de una novela de ambientación japonesa escrita por un español. ¿Qué tal será el resultado? Vamos a verlo…


David Crespo

David Crespo (Barcelona, 1972) después realizar estudios de diseño gráfico y pintura acabó en la facultad de filosofía, donde tras licenciarse y ser becado por el Departamento de Filosofía Teorética y Práctica, obtuvo la solvencia de investigación gracias una tesina en la que trazaba vínculos entre Ortega y Gasset, el problema de la especialidad y la teoría de sistemas. Actualmente es profesor interino de filosofía. El jardín de Sonoko es su primera novela y la realización de una vocación que no ha hecho más que crecer con el paso de los años.


Datos técnicos

Título: “El jardín de Sonoko”

Autor: David Crespo

Editorial: Suma de letras.

Edición: tapa blanda con solapas

Publicado en septiembre de 2017

Páginas: 280

ISBN 9788491291367

Precio: 16,90 euros la edición en papel


Argumento

Kaoru, un vendedor de zapatos de Kioto, se sirve de la maniática regularidad con que rige su vida como escudo protector frente al mundo, pero sobre todo frente a sus propios recuerdos, los que le llevaron a pasar cinco años aislado en una habitación.

Y todo funciona según lo previsto hasta que su compañera de trabajo, Sonoko, inesperadamente le invita a salir. A la mañana siguiente, y por primera vez en tres años, Kaoru, olvidará tomar dos de sus cinco tazas de té, levísimo primer síntoma de un imparable efecto mariposa que le obligará a desenroscarse de forma traumática para ir en busca de su destino, ese invisible hilo rojo que como reza la leyenda, conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias.



Impresiones


Conoceremos a Kaoru, un joven japonés que trabaja como dependiente en una zapatería. Tiene una especial sensibilidad para los zapatos y sabe, al primer vistazo, qué número y qué modelo va mejor a cada mujer, cosa que lo convierte en el dependiente preferido de las clientas

Pero Kaoru es un hombre muy especial. Maniático, sigue sus rutinas al pie de la letra: se levanta siempre a la misma hora -¡exacta!-, está el mismo tiempo en la ducha, toma los mismos tés y a las mismas horas, sale a la misma hora de casa, se encuentra en el camino con la misma gente… Y es muy poco sociable. No establece ningún tipo de relación con sus semejantes fuera del estrictamente necesario en el ámbito laboral.

Un día Sonoko, su compañera de trabajo, le invita a salir. Él se niega y al día siguiente se da cuenta de que era la forma en la que Sonoko quería despedirse porque ya nunca más va a volver al trabajo. Esto supone un total vuelco en la vida de Kaoru. Echa por tierra todas sus rutinas: ni siquiera se levanta a la misma hora y, cuando va al trabajo, presencia un trágico accidente. Su vida ya no será igual que antes porque Sonoko, aunque no se lo quisiera reconocer ni a sí mismo, era importante para él. Así que decide buscarla para, al menos, despedirse de ella.

David Crespo parte de una leyenda japonesa -conocida como la leyenda del hilo rojo- para dibujar una bonita historia de amor que, en ocasiones, casi roza lo fantástico. Según esta leyenda, cada persona está atada por el meñique con un hilo rojo a otra persona. Son los dioses quienes atan ese hilo, que puede estirarse, enredarse mil veces, pero nunca romperse. Las personas por él atadas tendrán, en algún momento de su vida y pese a las dificultades que puedan surgir, una historia importante entre ellas. Una bonita leyenda, sin duda

“El jardín de Sonoko” es, básicamente, una historia de amor. Aunque cueste verlo porque al principio no somos capaces de ver el lugar al que se dirige la historia. Será poco a poco, avanzando bastante, cuando nos daremos cuenta de qué es lo que el autor verdaderamente nos quiere contar: una historia de amor diferente, especial, un poco fantástica y fantasiosa, entre dos personas unidas por ese hilo rojo que hace que, más pronto o más tarde, tengan que encontrarse. David envuelve esta historia -que es de todo menos convencional- en ese halo especial que le da la filosofía oriental construyendo así una novela diferente y bastante original.

Será el protagonista, Kaoru, quien nos irá contando en primera persona toda esta historia. Una elección arriesgada porque Kaoru es un hombre muy especial, con el que es difícil empatizar e incluso al que cuesta comprender. Es un hombre retraído y asocial que, incluso, estuvo cinco años recluido en la casa de su padre sin salir para nada de ella (algo que, por lo visto, es algo relativamente extendido en Japón, teniendo incluso su propio nombre). He de reconocer que me costó entrar en la historia: tanto por ese protagonista al que no conseguía entender y que me parecía de lo más raro como por el hecho de que, en realidad, no era capaz de discernir qué era exactamente lo que me quería contar el autor. Fue, más o menos, hacia la mitad de la novela cuando le cogí el tono y empecé a disfrutarla verdaderamente. Y es que para mí, sin duda, la novela va de menos a más, ganando en interés con el paso de los capítulos. Llega un momento en el que la historia aparentemente sencilla de un hombre que, simplemente, es raro y maniático se complica con referencias a su pasado que, por un lado, ponen un punto de intriga y de tensión narrativa a la historia y, por otro, nos permite llegar a comprender su forma de ser. Y todo ello va a derivar en un final sorprendente e inesperado. Un final al que, en un momento dado, tuve un poco de miedo porque me pareció que iba a desvariar (y, a este respecto, traigo a colación la única novela de Murakami que he leído, la que dicen es la menos convencional de todas –“Sputnik, mi amor”- que me estaba gustando más o menos hasta que desvarió completo e hizo que no vuelva a acercarme a las novelas de este señor ni por recomendación del Papa). Pero, por suerte, aunque roza el desvarío y lo excesivamente fantasioso, el autor consigue encauzarlo todo y darnos un final coherente y, en mi caso, totalmente satisfactorio

Es una novela de pocos personajes. En realidad, todo gira en torno a Kaoru, protagonista absoluto, y los demás podríamos calificarlos como secundarios. Kaoru está muy bien caracterizado y va a experimentar una gran evolución a lo largo de la novela. Al principio, es un hombre rutinario y maniático con el que es totalmente imposible empatizar pero, poco a poco, se va abriendo a los demás y a la vida y comienza a salir de esa zona de confort que se ha creado para protegerse y a asumir riesgos; dicho en otras palabras, comienza a vivir. Es muy interesante ver su evolución y las causas de la misma.

El autor tiene un estilo muy cuidado y con ciertas reminiscencias orientales. No se nota para nada que es una primera novela porque su escritura es realmente buena, por lo que es un autor cuya trayectoria habrá que seguir. Abusa quizás de las descripciones y hay partes en las que se para demasiado ralentizando excesivamente la novela. Especialmente al principio. Sí que es cierto que según avanza la novela, ésta va cogiendo algo de ritmo y, sobre todo al final, acaba por envolverte; pero hay momentos en los que se para demasiado en ciertas escenas que no aportan nada especial. Por otro lado, aunque creo que transmite bien la filosofía oriental y la forma de vida en Japón, me ha faltado un poco de ambientación. Hay momentos en los que, si no fuese por los nombres de personas y ciudades, la historia podría haber transcurrido en otro lugar del mundo y hubiera sido también creíble.


Conclusión final

“El jardín de Sonoko” es una novela diferente, muy bien escrita, que nos trae a un protagonista muy especial y una historia de amor nada convencional.

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